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  • Foto del escritorJessika Rojano

MetamorFEMsis Capítulo 3: Desde de mis bragas con amor.

Actualizado: 12 nov 2018






Hoy el sol tiene el tamaño que tienen mis ovarios y yo giro alrededor de ellos.






Giro alrededor de ellos enfadada, iracunda, irritable, colérica, irascible, excitable y malhumorada pero no por las hormonas, como se me ha hecho creer desde que soy niña, sino porque las mujeres occidentales no estamos preparadas para menstruar en esta sociedad que, siendo cíclicas, nos invita a ser lineales y digo más, tampoco tenemos ni puta idea de lo que pasa en nuestra genitalia cada mes.


Una vez al mes, vivo de alquiler en mi cuerpo que hace cosas por sí solo, que duele, que se hincha y que me reclama que lo mime pero tengo la sensación de que no puedo hacerlo porque nadie me ha explicado como. Ni a mí, ni a mi madre, ni a mi abuela, porque eso son “cosas de mujeres” o lo que es lo mismo “cosas de las que nos da vergüenza hablar incluso entre nosotras”.


Hoy abro yo la veda, no sin antes confesar que no está siendo nada fácil escribir de todo esto sabiendo que tú lo vas a leer y con una nube de preocupaciones sobre mi cabeza advirtiéndome de las consecuencias, allá voy.


Si eres hombre y piensas que esto no va contigo, aprovecho para recordarte que convives con ese 51% de la población que está muy cabreado y no sabe porque, como tejones encerrados a los que no se les respeta su ciclo, así que, por favor, por las personas menstruantes que te rodean sigue leyendo.


Mi primera vez


La primera vez que manché mis braguitas adolescentes con flujo menstrual tenía 13 años, era una niña, y estaba de vacaciones en la playa con mis tíos, no se lo dije a nadie, cogí una compresa de alguna de mis primas y me la puse a duras penas, mentí cuando dije que me dolía la barriga y que no quería seguir bañándome y me quedé en la habitación del hotel.


No recuerdo si estaba triste, lo que si recuerdo es que me daba pena que mi madre no estaba ahí conmigo. Pero no por mí, por ella, mi intuición me dijo que aquello era algo importante entre mujeres. Ya en mi casa, fingí que me acababa de pasar y llamé desde el baño a mi madre para que me ayudara, con esto el ritual madre-hija quedaría intacto que era lo único que en aquel momento me importaba.


Pasado esto no se habló mucho más del tema, salvo las cuestiones meramente logísticas. Mi madre es una mujer moderna, estudiada y tremendamente preparada, que estoy segura que si hubiese tenido más conocimiento o información me lo habría transmitido pero mucho me temo que no lo tenía.


Mi segunda primera vez


Luego de la primera vez, viví como una turista de mi ciclo, poniendo solución a lo de manchar y al dolor, claro, pero sin dar mayor importancia a nada de lo que tuviese que ver con mi periodo, salvo por el hecho de que mi ciclo era irregular como explicaré más adelante.


Y así siguieron las cosas hasta que llegó a mi vida Erika Irusta, di con su blog por recomendación de una amiga (blog al que te tienes que suscribir pero ya), en el blog de Erika descubrí el absoluto desconocimiento que tenía sobre mi propio cuerpo, me enseñó que “no soy una, soy cuatro”, una por cada fase del ciclo: menstrual, pre-ovulatoria, ovulatoria y pre-menstrual.


Hasta entonces para mi estas fases no tenían nombre y solo eran dos: cuando mancho y me duele y cuando solo me duele, estoy hinchada y todo el mundo me dice que estoy puto loca. Yo no me voy a extender aquí con este tema porque no es la finalidad de este blog pero por favor ve corriendo a leer 'El camino de rubí', en serio, cambiará tu vida.


Otro de los grandes descubrimientos que me hizo Erika fue el de la existencia de los ciclos anaovulatorios (sin ovulación), donde el folículo del óvulo no llega a romper y, por lo tanto, el óvulo no es liberado, pero las hormonas, que no han dejado de hacer su trabajo, y el cuerpo, acaban expulsando también esos tejidos presentándose un sangrado por deprivación (que se puede llegar a confundir con una menstruación) y resulta que estos ciclos se presentan como irregulares (boom in my mind).


Con 30 años me enteré de esto pero lo relevante aquí es que ahora mismo buscas en google “menstruación” y está es la definición «proceso fisiológico por el que las mujeres y las hembras de ciertas especies animales expulsan periódicamente por la vagina un óvulo maduro no fecundado con sangre y otras materias procedentes del útero».


Y fue lo que te enseñaron en ciencias biológicas en el cole, pero esta información aunque es precisa, no está completa porque en eso que llamamos "tener la regla" a veces no solo se expulsa en forma de sangrado el ovulo maduro y no fecundado, si no que también hay ciclos anaovulatorios.


Y ahí estaba yo, con mis treinta añazos, como una puberta intentando re-aprender como funciona mi cuerpo porque resulta que lo que me habían enseñado estaba incompleto, y ojalá solo fuese eso, es que se me había hecho pagar muy caro ese error, porque en todas las visitas ginecológicas a las que me sometí por mi "ciclo irregular", fui medicalizada y sobre-hormonada con anticonceptivas para “regularme” cuando que la respuesta a lo que me pasaba era muchísimo más sencilla: NO ESTABA OVULADO BIEN.


Y mientras se me medicaba justo para lo contrario que necesitaba (las anticonceptivas lo que hacen es que no ovules) el principal motivo de la no ovulación que proviene de desequilibrios hormonales o químicos, que afecta en torno al 70% de todos los casos, y que se sabe que están relacionados con una mala alimentación y el estrés, es justo lo que no estaba arreglando.


En conclusión, podía haberme ahorrado las angustias y los dolores hace años aprendiendo a comer, dormir, hacer ejercicio y relajarme dependiendo de la fase del ciclo en la que estuviese y, sin embargo, seguía gastándome una media de 204€ anuales en pastillas anticonceptivas.


Tengo que decir además que desde que me conozco y me cuido en función de lo aprendido con Erika, los ciclos anaovulatorios son tremendamente raros en mí, así que funciona.


La copa menstrual


El segundo hito en esta regla-revolución, fue hace dos meses que me cambié a la copa menstrual, por razones ecológicas.


La primera vez que la usé, al quitármela, mi baño parecía una escena rodada por Tarantino, me manche las manos, se derramó en el suelo y salí del baño como una soldada de guerra herida e iracunda de propia ineptitud.


No por el uso de la copa, que es de las mejores cosas que he hecho en mi vida, si no porque de las 264 menstruaciones de media que debo de haber tenido en mi vida (sí, lo he calculado) no había vivido, ni sentido, ni visto en todo su apogeo a ninguna de ellas. Todas se derramaron en bragas, tampax, compresas y sábanas pero no vi ninguna. Ni su consistencia, ni su color, ni su olor. Como si no fuese conmigo.


Salí del baño y le dije a mi novio «sabes qué, creo que tú has visto más menstruos que yo». Porque a pocas amantes que el hubiese tenido ya habría visto en su pene mas menstruos que yo ¿NO ES ESTO UNA LOCURA?.


Los porqués


La pregunta que me hago es ¿por qué? ¿por qué si la mitad de la población menstrúa o menstruará hay tantísimo desconocimiento sobre ella? Por qué incluso la sangre en los anuncios de compresas y tampones es azul ¿qué pasa con esto?


La respuesta que me he conseguido dar a mi misma es que la regla no es cosa de hombres y, al no tramitar en sus cuerpos, solo les preocupa en la medida que les afecta en su convivencia con nosotras y toda vez que los hombres de clases altas han controlado el conocimiento científico oficial, pues a la vista están los resultados.


Así, tradicionalmente la medicina trata el ciclo menstrual como algo raro, como una enfermedad, en tanto que desde el prisma masculino, la regla es una alteración del funcionamiento normal de organismo (si lo ven desde sus cuerpos, claro) e indudablemente las personas menstruantes estamos pagando las consecuencias de este hecho.


Si a esto sumamos las religiones, que con sus tabús han salpimientado el menstruo de vergüenza y asco. La regla, el castigo de Eva, estamos obligadas a sufrirla en silencio. Y así se configura el panorama con el que nos encontramos las modernitas.


Yo personalmente me niego a creer que todas mis antepasadas estaban sumidas en la ignorancia de sus propios cuerpos y eran tan sumisas que no lo hablaban ni entre ellas pero, por lo que sea, todos esos conocimientos se “traspapelaron” y se quedaron en lo oficioso y en esta sociedad moderna que tenemos, lo oficioso, no tiene cabida.


Y ya sé que muchas estaréis hartas de la teoría de la conspiración pero es que ya va siendo hora de que nos hagamos determinadas preguntas que afectan directamente a nuestra salud y a nuestros cuerpos, no para buscar culpables, si no para dar soluciones.


En 2004 en el Informe de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS) titulado «la salud pública desde la perspectiva de género y clase social» advirtió que «la calidad de la atención sanitaria recibida por las mujeres está condicionada por el desconocimiento científico […] existen imprecisiones empíricas en la práctica médica, en la cual se aplican bastantes juicios subjetivos, así como falta de rigor […]»


En este informe también se advierte de la excesiva medicalización del ciclo menstrual, de la menopausia, del parto y del malestar emocional cuando proviene del género femenino.


De esto estamos hablando, no de conspiranoia, estamos hablando de datos reales, científicos y contrastables que podéis comprobar en este enlace.


Este desconocimiento de nuestro propio cuerpo, esta escandalosa disociación de la mujer y de su organismo debería hacernos al menos reflexionar que tenemos un camino que andar, que andar juntas haciéndonos responsables de nuestro propio cuerpo, buscando información, conociéndonos y exigiendo, por nosotras y las que vienen, a más mujeres científicas en puestos de poder.


Menstruar con conocimiento es de rebeldes.

 

Bibliografía:

VALERA, Nuria, Feminismo para Principiantes. Barcelona, 2005.

Informe SEPAS «la salud pública desde la perspectiva de género y clase social», Madrid, 2004.

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